Parasite se llevó el mundo por delante el año que se estrenó. No solo fue la primera película de habla no inglesa en ganar el Oscar a mejor película, sino que también fue la primera desde 1955 en ser consagrada tanto por el Oscar como la Palma de Oro en Cannes. Por su parte, Bong Joon-ho recibió la estatuilla a mejor dirección por encima de Martin Scorsese y Quentin Tarantino y, además, en su discurso de los Globos de Oro dijo “una vez superada la barrera de los subtítulos, descubrirán películas maravillosas”. Señalando así la comodidad del público norteamericano, que con tal de no ver una película que esté hablada en otro idioma, es capaz de esperar una remake hollywoodense de menor calidad, pero hablada en inglés.
Con todo eso en cuenta, ¿Por qué Bong Joon-ho volvería a dirigir en Estados Unidos?
Mickey Barnes (Robert Pattinson) es un joven que con la intención de escapar lo más lejos de sus deudas, se postula en la expedición para colonizar el mundo helado de Niflheim. En la misma cumplirá el rol de “prescindible”, en la que le serán asignadas tareas de alto riesgo, y cada vez que muera, se le generará un nuevo cuerpo en la máquina de clonación de la nave. En una misión para capturar a uno de los habitantes del planeta, cae por una grieta de hielo y es dado por muerto. Al regresar a la nave se topa con Mickey 18, el nuevo clon que fue creado mientras él estaba fuera de la nave. Siendo “múltiples” uno de los dos debe morir, por lo que Mickey 17 luchará por sobrevivir y no ser reemplazado por este nuevo clon.
La expedición es quizás el sueño húmedo de multimillonarios como Elon Musk. Capitales privados financiados por un líder mesiánico, el político fracasado Kenneth Marshall (Mark Ruffalo), que usa a la tripulación de su nave casi a modo de culto. En el espacio, ya ninguno de sus trabajadores tienen garantizados sus derechos laborales o el acceso a alimentos dignos, mientras él y su esposa mantienen una vida de lujos a costa de los demás. En lugar de centrar sus esfuerzos en solucionar los problemas de un planeta Tierra al borde del colapso, el proyecto de Marshall busca colonizar por la fuerza un nuevo planeta a millones de kilómetros, donde pueda repoblar la Tierra en base a los prejuicios raciales que él desea.
No considero que sea una película perfecta ni mucho menos. Bong Joon-ho cae en el mismo reduccionismo presente en sus otros films norteamericanos. Primero por la voz en off, casi como si el director confiara más en ella que en el poder de sus imágenes. Como si explicara de forma paternalista todas sus críticas al capitalismo, la precarización laboral y el peligro de darle poder a esta clase de figuras a una audiencia que jamás podría notarlas si no se las gritara en la cara. Ese reduccionismo también lo sufren sus villanos, Marshall (con recurso de imitar constantemente a Donald Trump agotándose a los dos minutos) e Ylfa (la nunca más insufrible Toni Colette).
Ahí es donde fallan las películas norteamericanas de Bong Joon-ho. Mientras en su país natal sus films se destacan por sus personajes de moralidad gris, y su capacidad de transmitir las emociones a través del poder de las imágenes, a veces incluso sin recurrir a las palabras, Mickey 17 es otra historia de blancos y negros, con una crítica hacia el capitalismo increíblemente vaga. Con dos partes muy marcadas que provocan que a partir del tercer acto parezcan dos películas distintas y con diálogos sobreexplicativos y villanos tan unidimensionales que parecen sacados de otra película. Sin ser el peor trabajo del director, pero quedando lejos de sus picos más altos como la mencionada Parasite o su obra maestra, Memorias de un Asesino.