Gianni Musante Amado
“En las grandes crisis todos los demás combatían por el triunfo o la derrota; nosotros siempre hemos luchado por la victoria o el aniquilamiento.” - Oswald Spengler
¿Qué pasaría si de un día para el otro desapareciera Argentina? Sólo una ficción como lo es El Eternauta (2025) puede ofrecer la ilusión de que este es un proceso instantáneo y no el resultado de una operación sistemática, por voluntad y por negligencia, de los responsables políticos de las últimas décadas. Al caer la nevada mortal da la impresión de que el frágil sistema político republicano (tan sólo 200 años de vida en la nación) y la infante democracia de medio siglo desaparecen de facto. Sin embargo, el país en armas persiste.
En la preocupación Eternáutica de sentar posición en el neoclasicismo, la vuelta a la “historia oficial” es concreta: rescatar la tesis de Bartolomé Mitre respecto a la preexistencia del pueblo argentino en el desierto al que Halperin Donghi le quiere inventar una nación que ya existía. Si para Mitre la Nación Argentina existe desde antes de la Revolución de Mayo de 1810, sugiere que es independiente de las instituciones, ya una comunidad cultural con un destino manifiesto de la cual son las invasiones inglesas las que generan el despertar de la conciencia. El pueblo del Río de la Plata hereda de España la tradición católica y hace a su propio ejército para expulsar la ocupación territorial.
Por eso, el desafío que nos podemos proponer en este escrito es vincular una metafísica de la Argentina en la historia con los hombres que la hacen posible. Después de todo, la historia es la mitología, el resto es debate de academia. El Eternauta en ese sentido nos propone mitificar a un hombre común, aceptar como tesis que hay una narrativa ulterior abstracta que encadena los sucesos históricos pero que estos parten necesariamente de la acción humana. Si es la acción humana decidida y consciente la emancipadora de la moral del viraje en el curso histórico, poner el eje en esta figura cuasi-mesiánica renueva una y otra vez la cruzada por la nación como representante de la humanidad. El hombre sensible y material es el centro de la historia.
A su vez, el representante del despertar de esa conciencia argentina es el protagonista de El Eternauta: Juan Salvo. Stagnaro construye un personaje diferente al de la ingenuidad resoluta de aquel del cómic: nuestro Juan es un hombre con el cinismo de tener las crisis y la decadencia argentina a las espaldas, quien los momentos prósperos del país se le tornan lejanos. Es un apolítico que se construye en la política, y el desarrollo de la serie muestra su reconciliación con la comunidad desde un momento pre-apocalíptico en el que Omar afirma irse del país con manifestaciones 20 años atrás (por contexto, en el post-2001) y volver para encontrarse con el mismo tipo de manifestaciones. La respuesta de Juan: “capaz el piedra sos vos” muestra una defensa irracional de un amor por su patria que suspende toda la lógica de decepciones.
El Eternauta parece funcionar casi como la ironía de un fatalismo montesquiano: si el clima frío es un determinismo geográfico que genera sociedades de libertad, la repentina invernada de los Buenos Aires opera en un registro de muerte y destrucción. Es el sinceramiento de un final que se orquestó mucho antes por invasores que -como en el caso de la serie- no les conocemos el rostro. En ese sentido, Juan Salvo es la tragedia en acción, un hombre que por su condición de viajero eterno del cosmos puede ser considerado no solo la medida de todas las cosas sino también como el testigo privilegiado de lo que hay por fuera de la sociedad civil y sus consecuencias. El desarme de una sociedad pone en eje mecanismos en los que la colaboración humana se pone por encima de las viejas reglas que impone el capital.
Stagnaro imagina una situación de crisis en el que los argentinos que se matan para obtener ventajas respecto a sus pares, como quienes engañan a Juan y Elena en la farmacia, son castigados por la fatalidad en forma de cascarudo. En contraposición, cientos de personas pueden compartir una noche en un supermercado, resignificando un símbolo del consumismo más obsceno en una convivencia en la que cada grupo toma lo que necesita sin perjudicar a los otros. La lógica de la vuelta a lo primigenio en esta comunidad de bienes así como otros elementos que se presentan a lo largo de la serie, son muestra de una resistencia activa y de la construcción de un héroe como se dijo ya en muchos análisis: común.
En esta búsqueda de regresión humanista, podemos poner en cuestión a Giambattista Vico que en su ciclo del apogeo y decadencia de la sociedad humana considera que el nuevo ciclo histórico sólo puede empezar a partir de tres organigramas secuenciados: fuerza bruta, fuerza heroica y justicia. En El Eternauta vemos presentes dos de ellos de manera explícita: la fuerza bruta en el Juan Salvo de carne y hueso, aquel que derrota a cascarudos y hombres-robots ejerciendo el poder desde la boca del fusil y la fuerza heroica del Juan Salvo que encarna la comunidad imaginada del héroe colectivo (muletilla con la que el discurso refiere a la obra incesantemente desde su estreno). La justicia, por otro lado, es el futuro que viene a partir de la autoconciencia de Juan respecto al enemigo del que adquiere la cabal dimensión, logrando así, que la sociedad postargentina surja de los escombros de su propia tesis.
Podemos retomar a Vico en los intentos de establecer una definición de esta sociedad que está marcando un parteaguas simbólico con la decadencia anteriormente mencionada; el autor italiano propone en su lógica poética que las naciones y el origen de la razón humana se encuentran en la expresión mitológica, antes que en la lógica racional. El alma de una nueva era se erige en un juego doble con Juan Salvo: este personaje es un mito en sí mismo porque mediante comprender al enemigo iza la bandera de una oposición que depende de su autoconciencia respecto a que ya vio el futuro; a la vez y como ya vimos, lo hace gracias a una construcción de la comunidad, dado que no hubiera llegado a ese estadío sin la contribución de los personajes que lo asisten, por ejemplo en el escape de la “reunión de consorcio” o con el veterano de Malvinas y la monja tocando la campana de la Iglesia, sucesos del cuarto episodio.
¿Cuál es el objetivo de esta nueva sociedad? En última instancia, pelear una guerra de religión contra un enemigo que está más allá de lo humano. Lo que pone en juego el odio cósmico (en su más absoluta dimensión conocida en la historieta, pero del que la serie nos empieza a dar pistas con sus fuerzas de choque) no son ya herramientas lamentablemente humanas como el genocidio sino directamente la alienación al punto de subordinación absoluta -el control mental- que no tiene sino como consecuencia la eliminación total de nuestra historia.
En esta disyuntiva y ante la imposibilidad de volver a Hobbes e invocar un Leviatán para ordenar la resistencia humana y superar la guerra de todos contra todos, es que cobra sentido el esfuerzo compartido de una cultura que contiene en su sangre el símbolo de la vida.
Lo que permite la resistencia no es más ni menos que un deseo común de futuro, que integra a todo aquel que quiera pelear en el bando de la humanidad hasta las últimas consecuencias. Por eso, la nación Argentina es excepcional en tanto pre y post política y también lo es porque su ordenamiento moral permite las condiciones para un levantamiento en armas por la defensa de la comunidad, pero que se fundamenta en una elección voluntaria: compartir la vida con el que tenemos al lado. Ante el odio cósmico, la nación Argentina propone una bondad irrefrenable que la serie trata de señalar en diferentes momentos: la voluntad de Elena de ayudar a una embarazada sin pensar en las posibles consecuencias; salvar a Pablo y proporcionarle contención luego de haber perdido a su familia y ayudar a los marginados de la sociedad a escapar de las garras de los cascarudos en la huida de la iglesia.
Entonces, podemos pensar El Eternauta a partir de una lógica en la que la resistencia a la invasión necesita antes que nada poder pensar en el otro teniendo en cuenta que lo que hace grande al hombre es, justamente, su capacidad de amar y de distinguir el bien y el mal.
Creo que El Eternauta lee la tragedia del hombre moderno pero considera que todavía puede encontrar un camino para superar la lucha por la vida que la invasión le pone enfrente. El decadentismo social termina por poner en eje a un héroe imperfecto, que sobrepasa las circunstancias y que dentro de la debilidad de la carne contiene la pureza de una metafísica que en términos divinos es superior al tiempo y al espacio. Es en esa conjunción del materialismo y del mundo de las ideas es que la humanidad libra su lucha, con la espada del inquisidor y con el arma del revolucionario, contra lo animal, contra lo aparentemente humano y contra enemigos que no tienen rostro.
MAS CLARO IMPOSIBLE (que es un vico?)