Séptima y última entrega: Epílogo
Damián Doval
Esta edición tiene más que ver con un corolario personal sobre el fin de la serie de entregas que se estuvieron sucediendo a lo largo de los meses más que con otro texto de divulgación histórica sobre nuestro cine. En forma de cierre, me gustaría detenerme desde una mirada macrohistórica respecto a todo el proceso. Habiendo leído y analizado los más de 100 años del rico cine argentino, varios tópicos y problemas no resueltos siguen estando como una tónica reiterativa a lo largo de la historia. El tema de la falta de industria (que como bien vimos, hemos llegado a tener un sólido star-system que producía una gran cantidad de películas durante la Edad de Oro) es un problema central de la Argentina en su esfera productiva y económica, y como el cine no es ajeno a la realidad, la cinematografía argentina también sufre esta falta de una industria afianzada como si tienen países de un modelo más o menos similar de desarrollo. Industrias como México y Brasil, por poner ejemplos de países más cercanos a Argentina en cuanto a índices económicos y cultura, son muchísimas más sólidas en sus producciones que la Argentina actual.
Por eso mismo, creo que urge preguntarnos a todas las personas que estamos atravesados por el cine, ya sea desde los productores, artistas, estudiantes o hasta los que disfrutamos el séptimo arte, qué podemos hacer para que nuestro cine vuelva a ser grande y pueda ser una industria sólida, que pueda permitir mostrar nuestra cultura e idiosincrasia, nuestra historia, deseos y pasiones a través de un cine propio y argentino.
Para poder comprender bien esta cuestión, creo que es indispensable poder conocer nuestra propia historia para entender los procesos y quiebres que llevaron a un cine pujante como fue en el siglo pasado, a los distintos golpes sufridos por la dictadura del 55 y el 76 que casi lo hacen desaparecer. Por eso mismo, esta serie de entregas tuvieron ni más ni menos la humilde tarea de tratar de desentrañar esta historia centenaria de cine nacional desde una perspectiva amena que pueda llegar a enganchar a un público variado para intentar hacer una reflexión masiva de parte de toda la comunidad cinematográfica sobre lo que nos está pasando.
Sabemos que la coyuntura actual tiene similitudes a otros periodos oscuros para la historia del cine argentino, y estoy convencido que pudiendo ver los largos procesos y los hechos ocurridos, vamos a tener más herramientas para intentar formular una visión del cine que vuelva a recuperar nuestra esencia y pueda transmitir la grandeza que corresponde a la laureada historia del cine argentino. Esta serie de entregas no es más que una herramienta que busca servir como forma de leer las diatribas históricas del cine argentino desde su formación, pasando por el auge industrial, los golpes dictatoriales y el resurgimiento en cuotas que tuvo en el retorno a la democracia y durante el siglo XXI. Pero esto no es suficiente, como manda la historia, nuestro cine aunó grandes autores con fantásticos actores produciendo una cantidad de películas espléndidas que muchos países envidiarían. Intentar conectar y romper los prejuicios que se formaron en el sentido común de la gente en el último tiempo sobre la mala calidad del cine argentino es una preocupación central para toda la cinefilia, y desde este lugar se quiso aportar este pequeño granito de arena para reivindicar nuestra gran historia.
Si una imagen vale más que mil palabras, creo que un fotograma en movimiento vale más que mil escritos. Por eso, estos escritos no son más que un soporte histórico-contextual para que puedan ir con mayor entusiasmo a ver cine argentino.
Tobías Madero
Finalmente, hemos concluido la serie de entregas sobre la historia del cine argentino. La misma se enmarcaba en una empresa motivada por el descubrimiento, en un proceso que era al mismo tiempo formativo para los investigadores, donde podíamos ir estudiando y aprendiendo de dicha historia. Es importante señalar que el trabajo se ha hecho siempre con humildad, sabiendo que muchos grandes autores nos han precedido y han hecho trabajos de inconmensurable magnitud, que se escapa a la brevedad de nuestro trabajo, que solo ha ocupado semanas. Pese a esto, creemos que el saldo ha sido positivo, y hemos podido presentar una historia completa del cine argentino, desde sus inicios hasta la actualidad. Además, creemos que todavía falta una investigación de la historia del cine argentino que elabore un estudio más preciso de la interacción del cine en el aparato institucional, poniendo la lupa en la relación de los diferentes gobiernos que se han sucedido con las políticas culturales y económicas, y su respectivo reflejo en el cine.
Es así que, respecto a esto último, no nos puede tomar por sorpresa como ambas esferas, lo cultural y lo económico, terminan por presentar su importante y particular relación dentro del mundo del cine. Así, gobiernos que han presentado una línea nacionalista y desarrollista han podido alcanzar algunos de los momentos más álgidos del cine nacional, como es el caso del periodo peronista. Y gobiernos que han tomado una perspectiva radicalmente contraria, sea la Revolución Libertadora o la última Dictadura militar, hayan perjudicado tanto al cine, generando problemas que arrastramos inclusive en la actualidad. Más aún, también podemos ver como existen procesos que se han quedado a medias, con “gusto a poco”. Es así que, los gobiernos radicales de mediados de siglo, pese a su ímpetu desarrollista, lograron mejorar someramente la situación, pero lejos estuvieron de poder volver a la situación previa, ya que no pudieron dar el marco institucional para lograr avances. Mismo caso para el gobierno de Alfonsín, que pese a sus políticas culturales de apertura, los vaivenes de la economía llevaron a una merma en la producción cinematográfica hacia fines de la década de 1980. O, finalmente, el caso más reciente de los gobiernos kirchneristas, con un balance positivo en los avances logrados, pero incapaz de formar un cine nacional con la firmeza para poder hacer frente a avasallamientos como el que estamos atestiguando en el gobierno de Javier Milei.
Finalmente, volvemos al mismo debate, hay que alcanzar ese ansiado equilibrio entre políticas culturales, económicas e institucionales. Hoy en día el cine argentino está en un cuasi “hotel del abismo”. La solución no es fácil, pero creemos que es necesario empezar a pensar la misma. Tenemos que atrevernos a afrontar discusiones por más incómodas que sean, reflexionar sobre cuán positivos han sido los avances previos, o qué les faltó a estos. Entender que el cine es una industria como cualquier otra implica no solo la importancia que esta puede llegar a tener para la población, sino de tomarla como tal y entender su imbricación dentro de un modelo económico. Estas y muchas otras discusiones son las que tenemos que asumir, y, al mismo tiempo, mirar al pasado, porque muchas veces la respuesta está en la historia.
Gianni Musante Amado
La sucesión de períodos que presentamos a lo largo de estas entregas permite sacar algunas conclusiones. La primera, es que la industria cinematográfica es subsidiaria de cada período: la autarquía de 1930 a 1955, el desarrollismo de 1955 a 1976 y la estructura social de acumulación del capital financiero desde 1976 hasta el presente son quienes dictaron las reglas de juego del modelo de producción que tuvo y tiene el cine argentino. Entonces inferimos que la realidad económica de países en vías de desarrollo precede a su realidad política y al zeitgeist de ideas presentes en tal o cuál tiempo histórico.
Mi propuesta entonces es hacer una disposición mediante la fórmula de un ciclo de ilusión y desencanto, dónde el modelo nacional con cimbronazos y a expensas de la doctrina económica o del régimen político mantuvo un orden hasta el parteaguas que significó el Proceso de Reorganización Nacional. Su estado terrorista y la nueva disposición del capital en conjunción con la idolatría a los césares y nerones del mercado es un fenómeno del que la Argentina jamás supo recuperarse. Este problema estructural repercute en nuestro cine, y es condición sine qua non para el aniquilamiento del nuevo orden para arribar a lo que alguna vez consideramos un modelo con futuro.
Hasta entonces, sólo queda resistir. No hay alianza ni pacto posible para hacer con quienes tomaron la casa de los argentinos. El futuro del cine no puede pensarse sin incluir las vicisitudes coyunturales de la política económica de Javier Milei o las excusas de quienes mutilaron el recuerdo de un virtuosismo de antaño cuyo molde yace roto hace tiempo. Lo que sí se puede concretar en praxis inmediata es filmar desde el cine dispositivos para cuestionar nuestra historia y los consensos que tenemos sobre ella. Sublimar el deseo personal del autor al deseo de la comunidad. La fortuna favorece a los audaces, y vamos a necesitar de mucha fortuna para vencer.
Para cerrar, en el momento más barroco de nuestra historia como nación, quisiera recuperar una cita de Caravaggio: “Todo cuadro es una cabeza de Medusa. Es posible vencer el terror a través de la propia imagen del terror. Y todo pintor es Perseo.”
Editores: Nicolás Arsenián, Joaquín Destéfano.