Ufa con el sexo
En los últimos años venimos siendo testigos de una modificación en el tipo de cine que se producen los grandes estudios. Las películas -y esto fue harto hablado y pensado- son cada vez menos adultas y más algo que tiene que poder ver un nene de nueve años y toda la República Popular China. Atrapados quedamos el resto del público tratando de encontrar virtudes en otros cines, con películas que te hacen sentir inteligente (Anatomie d'une chute, 2023), que cuentan historias mínimas (Perfect Days, 2023) o que recuerden las posibilidades del formato (Trenque Lauquen, 2022. Cuando acecha la maldad, 2023).
la garantía que nos daba el cine norteamericano de grandes estudios de -no vayámonos tan lejos- hace treinta años. Con el tiempo, y por diversos motivos, nos encontramos con un cine aséptico, demasiado bien intencionado y biempensante. En el medio de esta lavada de cara, perdimos también todo lo que nos había interesado del cine en un primer momento. La clave para retornar a un estado de situación virtuoso parece venir de alguna cuestión mínima que refiera el puntapié para el renacimiento del cine de adultos, o lo que es decir lo mismo, del cine. Esta clave es la escena de sexo. La inclusión de dicha escena en ciertas películas específicas de los últimos años puede entenderse como haciendo las veces de declaración de principios del autor, un gallic shrug que dice “qué lástima que en la India no van a poder pasarla”.
El cine contemporáneo es cada vez más un reflejo de un público que se ve cada vez mejor intencionado, correcto, apolíneo, y al cual las escenas de sexo le parecen “innecesarias”. Es sorprendente este viraje en la forma en la cual mira cine el gran público, que puede argüir que una escena de sexo es innecesaria, pero que no dice que una escena de asesinato es innecesaria, o que una escena de comedia física es innecesaria. La lupa siempre parece recaer sobre el sexo. Como si jamás pudiera ser vehículo narrativo, o servir a un propósito mayor dentro de la película. O peor, como si se pudiera diseccionar una escena de una película sin afectar a la obra como un todo. Esto no tiene por qué ser así, y tres ejemplos contemporáneos lo prueban. En Poor Things (2023) el sexo es utilizado de forma cómica, en Challengers (2024) el sexo es un lugarteniente de los juegos de poder entre los personajes, y en Oppenheimer (2023) -el más puritano de los tres ejemplos dados- cada vez que hay una escena de sexo refiere al desapego que siente el protagonista por las mujeres de su vida.
Hay culpa de los realizadores, pero en relación a lo que tengo más cerca, hay culpa de los espectadores. Hemos llegado a una situación en donde uno es su propio carcelero, y la opinión mayoritaria con respecto al sexo en el cine es que vale más una sutileza a mostrar cuerpos encimados. El corte a velador se volvió política de Estado, y de haberse dado en 2024 no sería necesario el lobby que derivó en el Código Hays. La confusión entiendo viene de que las escenas de sexo “innecesarias” se dan en películas que no son manifiestamente buenas. El problema no es entonces la escena sino la calidad de la obra. En la vuelta de la democracia pasaba algo similar. El cine argentino se había vuelto explícito de la noche a la mañana, hubo un destape que fue visto como el público como de que todas las películas tenían que mostrar mujeres desnudas porque sí. Se producía mucho y la sociedad era otra, pero nadie que vea En Retirada (1984) puede decir que la escena de sexo entre Rodolfo Ranni y Edda Bustamante es innecesaria.
Lo más raro de todo es que en la música y la literatura mainstream se da lo opuesto. Se habla cada vez más explícitamente y profusamente sobre sexo y el sintagma productor-consumidor alimenta que se profundice la creación de obras que hablen de la cosa como es. ¿Qué es lo que tiene el cine? ¿Es una cuestión de “manzana podrida que contamina al cajón” con respecto a que, como estamos en contra del consumo de pornografía también nos tenemos que oponer a toda imagen en movimiento que refiera a personas cogiendo? ¿Cuál es la salida a todo esto?
-Joaquín Destéfano